Largo y tendido se viene discutiendo desde mucho tiempo atrás (especialmente desde la irrupción de las nuevas tecnologías de la información) sobre cuáles son -y si existen- los requisitos para ser periodista. Aquí encontramos varias posturas:
los que creen que cualquiera no puede ser periodista, aquellos que consideran que todo aquel que sepa comunicar información relevante es periodista; luego entran al debate los que creen que existen diferencias entre ser emisor o fuente de información y periodista... y siempre habrá quien haga referencia a esos individuos que ganan un dineral gritándose unos a otros en los programas de televisión so pretexto de un inexplicable modelo de periodismo.
Yo considero que no es necesario estudiar periodismo para ser periodista, pero indudablemente aquel que se ha preparado para una cosa concreta está más cualificado para ejercer la profesión que uno que, simplemente, sabe hablar, leer, escribir y, en definitiva, comunicarse. La calidad del mensaje dependerá de la capacidad del informador, de su talento con las palabras o su facilidad para expresarlas de modo comprensible.
El periodista es como un adaptador universal, ese que cuando vas a EEUU o a Inglaterra no puede faltar en tu maleta, porque consigue canalizar la información que fluye a su alrededor y la traduce a un idioma que tú puedes entender. Los demás atributos que tiene o pueda poseer un periodista ya depende de su calidad como profesional, de su grado de implicación, de su bagaje personal o su habilidad para conseguir lo que busca, pero eso lo puede hacer cualquiera, sin necesidad de tener un título universitario.
Bien es cierto que una licenciatura universitaria es una garantía -hasta cierto punto- de que aquel que ha pasado cinco años inmerso en el periodismo llega con más recorrido, con mayor amplitud de miras y consigue una base de conocimientos con los que afrontar los hechos, para enjuiciarlos, para interpretarlos.
Comunicar información la comunicamos todos, algunos mejor y otros peor. Cuántas veces se puede ver a gente recomendando medicamentos sin la menor preocupación -si se trata de una persona alérgica a algún componente del producto puede causarle cualquier tipo de problema, incluyendo la muerte- y no dicen que sean farmacéuticos. Por tanto, periodista será aquel a quien su trabajo y su formación acrediten como tal... y que salga el sol por donde quiera.
En el ejercicio de sus funciones un profesional de la información no puede prescindir nunca de la llamada "agenda del periodista". Elemento esencial de este trabajo, como esencial es el agua para la vida. La información es la materia prima para realizar la labor periodística, y por ello la organización que se tenga de ella se convierte en indispensable para desarrollar con mayor o menos éxito la tarea emprendida.
Muchas herramientas asisten al periodista en su labor hoy en día en el ámbito de la informática y de las telecomunicaciones. Así encontramos el ya desfasado fax, el correo electrónico, los programas de edición de texto, maquetación y edición de vídeo; el teléfono móvil, la blackberry, los teléfonos satélite, los miniportátiles, las cámaras de fotos digitales... y todo ello contando siempre con la indispensable red para unir nuestras vidas. Internet puede que sea el invento más revolucionario de la Historia... y lo más alucinante es que sólo estamos en el principio de lo que puede llegar a representar la red de redes en nuestras vidas.
La reportería distribuida se basa en la característica fundamental que Internet le aporta al periodismo: la participación ciudadana no sólo como fuente, sino también como creadora de información. Así, con este tipo de reportería, son los propios ciudadanos quienes aportan la información e incluso redactan las noticias de primera mano. El ejemplo por excelencia es Yo, Periodista, una sección de la versión digital de El País, donde los propios ciudadanos se convierten en informadores y cuelgan sus noticias, vídeos y fotografías que, en muchas ocasiones, los periodistas utilizaran como fuente de sus noticias.
Después de todo esto voy a dejaros aquí un artículo de Elvira Lindo, la escritora y columnista de El País. Unas palabras que deberían hacernos reflexionar.
"Ojalá que los futuros periodistas se rebelen. Ojalá que a pesar de enfrentarse a un escenario complicado intuyan que hoy el periodismo es más necesario que nunca y sean conscientes de que los medios, engolfados con el politiqueo, están ignorando esas historias anónimas que definirían el extraño momento que estamos atravesando. Ojalá que no sean cínicos, que ejerzan una crítica implacable contra esos personajillos que desde hace tiempo inundaron las pantallas y no han servido más que para sembrar la creencia de que es legítimo ganar dinero sin hacer el mínimo esfuerzo. Ojalá que no sean mansos y no se dejen arrastrar por esa corriente venenosa que consiste en acudir a las ruedas de prensa para tomar nota sin rechistar. Ojalá que sean tan honrados como para desconfiar del político que les paga un viaje convirtiéndoles en parte de su corte. Ojalá que entiendan que el mejor periodista, en contra de la práctica tan habitual en España, es el que se mantiene lejos del poder, no el que alardea de estar en la pomada. Ojalá que defiendan la dignidad de su oficio y que aspiren a ser profesionales y no eternos amateurs. Ojalá que tengan el amor propio necesario como para dar más de lo que se les pide, y que no lo hagan por el medio sino por ellos mismos. Ojalá que entiendan que en esta situación económica que va a cambiar la vida de varias generaciones es necesario darle voz a los olvidados y sólo un buen periodista puede hacerlo. Dada la precariedad del empleo, la docilidad es tentadora, pero ojalá que no sean dóciles, porque al margen de la invasión de los opinadores, que de manera gratuita exaltan (exaltamos) los ánimos de los ciudadanos, nos hace falta información. Ojalá que haya una nueva generación batalladora que demuestre que el periodismo sigue vivo, que a lo mejor los que estamos un poco muertos somos nosotros."
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