Dame tecnología que quiero morir...

viernes, 21 de mayo de 2010

Parece difícil de creer que hace 50 años sólo los ricos se pudieran permitir un coche, que hasta hace dos décadas las fotos fueran en blanco y negro y para cambiar la televisión tuvieras que levantarte cada vez y pulsar el botón en el propio aparato... por aquel entonces la situación era bien distinta: pocos canales y sin mando a distancia, el sueño de cualquier anunciante.

Hoy en día las cosas son muy diferentes, no sólo porque todo el mundo va motorizado, o porque las cadenas intercalan contenidos en las pausas publicitarias para evitar migraciones de espectadores o porque la gente cree que cuantas más fotos suba a una red social con una copa en la mano mejor se lo pasa... No se trata de eso, el mundo ha cambiado ante nosotros de manera espectacular y no nos damos cuenta (al menos los de mi generación) porque no hemos vivido años conscientes de su ausencia.

Recuerdo cuando mi madre era la única que tenía álbumes y álbumes de fotos, su único capricho. Cuando tener ordenador portátil era el ejemplo claro de ser alguien importante o un teléfono móvil parecía reservado a los ejecutivos... hoy en día los sofisticados cachivaches que tenía James Bond los regalan por asistir a unas conferencias en cualquier Universidad.

Pero reflexiono sobre ello y aunque indudablemente entrañan un elemento positivo, también me preocupan sobremanera. La insatisfacción, el ánimo coleccionista, caprichoso de las personas sale a relucir... estamos más que nunca dejándonos llevar por modas, publicidades y ansias de estar a la última, de ser como todo el mundo, de no quedarnos atrás en la digitalización universal a la que estamos asistiendo. Me doy cuenta de que tenemos duplicados y triplicados dispositivos electrónicos que repiten funcionalidades... acumulamos cacharros que se diseñan con una obsolescencia programada para obligarnos a comprar otro igual dentro de unos meses.

Tenemos un móvil para hablar, grabar vídeos, jugar, chatear, realizar fotografías, conectarnos a Internet, navegar con el GPS, escuchar música y conectarnos a la radio; tenemos un iPod para escuchar música y oír la radio, ver vídeos y almacenar fotografías; tenemos una cámara para realizar fotografías, almacenarlas y grabar vídeos; tenemos una videoconsola (Xbox, PS3, PSP) con la que podemos jugar a videojuegos, reproducir vídeos y hasta ver la televisión; tenemos reproductores Blu-ray, radios convencionales, portátiles notebooks para llevar, portátiles tamaño estándar para uso individual y ordenadores de sobremesa para toda la casa...
¿Quién necesita todo esta multiplicación? ¿Nosotros? Desde luego que no, estamos engañados y seguimos el juego porque nos entretienen, nos hace sentir mejor pulsar con el dedo en nuestro móvil aunque sea una involución tecnológica... nos gusta comprar tecnología, nos gusta consumirla y renovarla y, sí, es genial que podamos conectarnos a Internet desde la selva amazónica, pero para cuando vayamos a darnos cuenta vamos a estar rodeados de tecnología... y de nada más.


"Sólo cuando el último árbol esté caído, el último río envenenado y el último pez atrapado te darás cuenta de que no puedes comer dinero"




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