¿Somos así porque nos gustan ciertas películas, o nos gustan ciertas películas porque somos así? Ésa es una de las grandes preguntas que muchos cinéfilos (por no emplear el más que manido ‘frikis’) se hacen cuando termina de ver filmes del estilo de ‘El gran Lebowski’ o ‘Pulp fiction’, porque veréis, jóvenes, en esto del cine parece que todo está inventado… ¿todo? No, un grupo de irreductibles cineastas se ha propuesto desde hace años inyectar aire fresco a este arte y lanzar, a través de su trabajo, su manifiesto de genialidad. Españoles, el cine no ha muerto.
por Maite Iniesta
-No existen las preguntas estúpidas, Peligro. -¿Cómo pueden meter todo este hielo por un agujero tan pequeño?
Morgan Freeman y Jay Baruchel en Million Dollar Baby
Hay quien dice, no obstante, que la originalidad no existe, como también se dijo del hombre perfecto… Bien, pues, me gustaría decir algo al respecto: no estoy de acuerdo con ninguna de las dos afirmaciones.
La genialidad no ha desaparecido; existe y tiene nombres propios, nacionales y foráneos, de jóvenes y de viejos, de los que hacen una película al año y de los que tardan 5 años en volver a trabajar, de hombres y de mujeres, entre otros: Almodóvar, Park Chan- wook, Tarantino, Winterbottom, Coen, Coixet, Niccol, Anderson… por decir unos pocos y genuinos.
Tiene gracia. Trabajas duro para poder irte de un sitio y cuando finalmente puedes hacerlo encuentras una razón para quedarte.
Ethan Hawke en Gattaca
Si buscamos un ejemplo de esta paradoja en el cine, el más reciente lo encontramos en la última cinta de Gondry. El director de ‘Olvídate de mí’ en 2008 estrenaba ‘Rebobine, por favor’ en la que nos hace llorar de la risa ridiculizando a la propia industria del cine. Es una película que, ‘plagiando’ fragmentos de otras películas, denuncia la falta de originalidad del cine y aún así, no deja de ser original… oigan, un genio.
-Teniente Dan, ¿qué está haciendo aquí?
-Me he decidido a dar el paso…
-Pero si no tiene piernas, Teniente Dan
Tom Hanks y Gary Sinise en Forrest Gump
Unos dirán que se han acabado las ideas, no pocos podrán afirmar que el cine murió con Hitchcock, Wilder o Welles; habrá también a quiénes sólo les guste ver las películas del Oeste de Canal Nou a las cuatro de la tarde, y todas las opiniones serán válidas: son opiniones. Lo único que hay de objetivo en todo esto es que hay películas para todos los gustos y algunas nos marcan para siempre, porque tienen ese poder, el poder de maravillarnos o de repugnarnos, de enamorarnos o de hacernos enrojecer de rabia.
Hay frases, imágenes o músicas que están unidas irremediablemente a una película, a un personaje, a un guionista, a cualquiera que las haya escuchado y a todos aquellos que son capaces de recordarlas.
Un excremento, eso me parece el doctor Evans Pritchard. No se trata de tuberías, hablamos de poesía. ¿Cómo se puede describir a la poesía como el concurso de Miss América? Sí, me gusta Byron le doy 42 puntos, pero le fallan las piernas…
Robin Williams en El Club de los Poetas Muertos
Ese bagaje cultural es lo que nos define como individuos de una época en la que el arte, en sus diversas manifestaciones, se concentra en la pantalla de cine, en el olor de las palomitas (¡malditos hijos del capitalismo!); en 35 mm de celuloide, en 24 fotogramas por segundo…
En la música de El último mohicano, en la cabeza de un caballo en El Padrino o en cualquiera de los diálogos de Martín (Hache); en la fuerza de Gattaca o en la ternura de Amèlie. En la vuelta de tuerca de Doce monos o en el mundo imaginario de Big Fish. Porque sólo a través del cine podemos ser generales y gladiadores, protagonistas de un reality sin saberlo o policías antidroga más corruptos que los propios delincuentes. Sólo en el cine puede haber una lluvia de sapos a modo de plaga bíblica (pero posmoderna claro)
Le llamabámos Madre Superiora por el tiempo que llevaba con el hábito.
Ewan McGregor en Trainspotting
En cualquier caso, yo seguiré pensando que el campeón gitano de la lucha sin guantes era un crack de dimensiones incomparables y que es, digamos, remotamente posible que el elegido para salvar al mundo tenga un enchufe en el pescuezo, porque como dice el Principito: “Nunca se sabe”.
-¿Vas al psicoanalista?
-Sí, desde hace sólo 15 años. Le daré un año más y después me iré a Lourdes.
Woody Allen y Diane Keaton en Annie Hall
En definitiva, el cine es un compendio de artes, un magnífico medio para expresarse y para llegar al público y una maravillosa herramienta para acabar con esa inmaterialidad, esa incertidumbre de la finitud que nos atormenta, de un modo u otro, a todos los seres humanos.
Por tanto, es probable que seamos lo que la biología o la química dice, pero lo que sí es seguro es que somos lo que queremos ser y nuestra identidad nos la da nuestra gente, nuestra educación, nuestra cultura y el cine y, además, a algunos, éste les proporciona, como a Jeff Daniels en La rosa Púrpura del Cairo, el hálito de vida y les hace inmortales.
Hace tiempo Dick, Barry y yo decidimos que lo que realmente importa es lo que te gusta, no lo que pareces ni lo que eres. Libros, discos, películas… eso es lo que realmente importa. Llamadme superficial… es la jodida verdad.
John Cusack en Alta Fidelidad
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