por Maite Iniesta
Afincado en Brooklyn, se dice que fue testigo desde su propia casa de la colisión del segundo avión contra la torre sur del World Trade Center en Manhattan. Este hecho convirtió al terrorismo en la preocupación número uno para la gran superpotencia mundial, -ergo también para la comunidad internacional-; lo que ha abocado a Estados Unidos a dos guerras justicieras contra los enemigos de la libertad y la democracia, auspiciadores del peor terrorismo e imagen misma del Mal, encarnados por Irak y Afganistán.
A lo largo de toda la obra se ofrecen atrevidas metáforas y numerosísimos datos y versiones acerca de hechos conocidos por todos y que quizás habían sido convenientemente -para los implicados- olvidados por el gran público pero que son capaces de sacar los colores a los contendientes en los conflictos armados más comentados y trascendentales de nuestra historia reciente.
Además, hace especial hincapié en la política norteamericana frente a la guerra, toda la mitología y simbología que ésta engloba, sus intereses estratégicos en cada caso concreto y las triquiñuelas del Pentágono y CIA para llevar a la comunidad internacional a su terreno, atemorizar y calmar los miedos de sus conciudadanos y saltarse alegremente las decisiones de los organismos internacionales, según convenga.
Uno de los aspectos más destacables de este libro es sin duda su planteamiento y estructura. Está compuesto por diez capítulos de no más de veinte páginas de extensión subdivididos, a su vez, en epígrafes que condensan información y son concisos y directos, lo que hace que su lectura sea fácil, a la vez que descarnadora y a veces incluso dolorosa.
Se trata, por otro lado, de una obra innovadora ya que muchos de los artículos, discursos, noticias o informes a los que hace referencia están disponibles en la red. Es, sin duda, una obra bien documentada y crítica, que busca dar una visión lo más global posible en sus historias aunque quede claro en todo momento, sin embargo, la ideología particular del que escribe.
En cada capítulo se abordan distintos temas que interrelaciona constantemente poniendo el énfasis en las dos materias principales que dan título al libro: guerra y propaganda. Acerca de éstas se ponen en relieve los orígenes, precursores, evolución y significados de las mismas, y proporciona, para completar, consecuencias y ejemplos reales. En uno de los capítulos se dedica a mirar a través de las producciones hollywoodienses y encuentra los mecanismos de propaganda y desinformación que emplean los grupos expresamente dedicados a ese particular.
En relación al análisis de la política belicista de los Estados Unidos, el autor ahonda con mayor amplitud en los dos Guerras del Golfo y en la Guerra de Afganistán, no sólo por ser las más recientes sino porque probablemente le son más cercanas y le afectan de un modo más personal (tanto por cronología como por el hecho de tener ascendencia árabe)
Los recursos más utilizados por el márquetin, el papel de los medios en los conflictos, las nuevas modas en el frente: ‘los insertados’; la guerra en directo, la desinformación y la manipulación, formas de distraer a la opinión pública del horror de la guerra, historias manufacturadas que satanizan al enemigo, los malos, y hacen héroes de los nuestros, los buenos: la visión maniquea que Bush predica del mundo. Las ‘freedom fries’ y las armas de destrucción masiva ‘listas en cuarenta y cinco minutos’ que todavía no han aparecido; aunque, a este respecto basta atender a la respuesta de Rumsfeld: “La ausencia de prueba no es prueba de ausencia”.
La globalización de los contenidos informativos monopolizados por la santa trinidad del patrioterismo más arraigado, -CBS, CNN y NBC-; los anhelos de una población ansiosa de crear héroes de a pie, la búsqueda de un número de muertes necesarias para un objetivo incierto y unos fines encubiertos, los daños colaterales y el ‘fuego amigo’. Éstas son algunas de las palabras clave de esta obra que pretende desmitificar la guerra y llamar por su nombre a todo lo que tiene que ver con la muerte, la destrucción, los intereses geopolíticos y de estrategia económica y propagandística.
Este libro deja al descubierto algunas de las puestas en escena más flagrantes de los últimos años y busca las caras opuestas a las distintas versiones de las historias más controvertidas (por ejemplo la misteriosa muerte de David Kelly, el rescate de la soldado Lynch o el show de Colin Powell en la ONU). También establece paralelismos con las guerras de Vietnam y Kosovo, y las políticas de Reagan y Bush padre.
Hay momentos en que la forma de ofrecer los datos o de presentar a los personajes recuerda al estilo del cineasta de Michigan, Michael Moore, que tanto en Bowling for Columbine como en Farenheit 9/11 trata algunos temas de los que también se hace eco el libro, si bien es posible que en este caso el carácter de las críticas de Yehya sea más mordaz y despiadado, puesto que, en cierta forma, el hecho de ser mexicano le da al autor una posición de espectador de lujo: son vecinos y se conocen bien, no obstante, al no ser ciudadano estadounidense no se ve emocionalmente tan implicado respecto a algunos temas en los que se habría visto más comprometido en la otra situación.
Como apunte personal cabría añadir que en el transcurso de la lectura de esta obra, había momentos en los que uno se llega a preguntar si no era más feliz antes de saber ciertas cosas, ignorar determinados datos que a veces pueden indignarnos hasta el punto de adoptar -aunque sea a modo de pataleta tragicómica- la postura del más ácido de los Marx, el gran Groucho y su ‘Que paren el mundo que yo me bajo’.
En muchas ocasiones, el desconocimiento de algunos detalles son los que nos hacen seguir en el mundo sin rebelarnos, y esto es precisamente lo que denuncia este escrito: los mecanismos que ponen en marcha los políticos a través de empresas de relaciones públicas, -en estrecha colaboración con los medios de comunicación-, que nos hacen olvidar lo que no nos conviene recordar y nos convierte en una masa moldeable y completamente a merced de los intereses de ciertas organizaciones, (ya sea una empresa como tal o un conjunto de multinacionales que muevan los hilos de la nación más poderosa del mundo.)
La realidad diaria nos demuestra que nosotros seguimos nuestro camino a pesar de todo, mientras que allá donde algunos supuestamente van a aplicar un internacionalismo que refleje la ‘unión de nuestros valores e intereses’ sigue la que puede convertirse en una guerra eterna, pero que nadie se preocupe porque: “lo hacemos por nuestra seguridad/ lo hacemos para rescatarlos a ellos.”
Lo que queda claro es que los periodistas no pueden convertirse en dóciles turistas bélicos y que hay un tremendo conflicto entre la estética y la guerra en el terreno moral, ya que, “embellecer la guerra conduce al fascismo” ( Walter Benjamin.)
GUERRA Y PROPAGANDA. Medios masivos y el mito bélico en Estados Unidos, de Naief Yehya (2003)
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