Metropolis, ese viejo vanguardista

sábado, 10 de marzo de 2012


por Maite Iniesta
¿Qué  podemos  entender  cuando alguien dice Metrópolis?

Esta pregunta podría tener muchas respuestas. La primera se refiere a aquellas grandes ciudades antiguas, centros políticos, religiosos y culturales de las que dependían las colonias de ultramar; hoy en día, en ese mismo ámbito, designa a aquellas urbes que son globales, donde hay una concentración importante de poder, cultura y economía. También podría ser aquel gran  ejercicio  de  ciencia  ficción del cine alemán que, allá por 1927, cambió el modo de ver cine, una obra maestra atemporal, adelantada a su tiempo e inolvidable. 


Finalmente, podríamos pensar que hace alusión a esa rara avis televisiva que comenzó su andadura hace casi ya 27 años y que pervive, a pesar de su carácter culto, transgresor y minoritario, en la parrilla de la emisora pública que dedica parte de su posición privilegiada a instruir y desafiar a su audiencia. Para  María  Pallier,  directora del programa de RTVE, Metrópolis es “un canal de conexión artística con el exterior; un escaparate para la creación emergente, nuevos artistas y nuevos formatos”. Aunque la función de este espacio ha evolucionado a lo largo de su vida.

En un principio Metrópolis significó un auténtico ‘destape’ artístico de la bestia cultural española, dormida durante cuarenta años de represión del talento y de las libertades. “Las universidades habían sufrido durante cuarenta años de dictadura la censura de contenidos. Cuando el programa empezó tuvo repercusión a nivel educativo”, explicó Pallier.


Hoy, ante la cascada incesante de información que emana de la red de redes, el papel de Metrópolis ha cambiado considerablemente. “En un mundo interconectado ya no es un escaparate sino un filtro, una selección de la multitud de cosas que están pasando en el exterior”, expuso la directora del programa. Este espacio innovador y rebelde se emitió por primera vez el 21 de abril de 1985, y declaró la guerra a  los  convencionalismos  desde su primer día de vida. Metrópolis defiende un formato excepcional, raro:  lanza  los  contenidos  pero no los comenta y no hay presentador. Aunque no siempre fue así, cuando dejó de ser semanal para convertirse en diario introdujo la figura del presentador, pero poco después, por petición de sus seguidores, volvieron al formato original. En todo caso, este programa siempre ha sido monográfico o monotemático, en modo multirreportaje. 


Dentro de los géneros televisivos no es fácilmente encuadrable: no es ni formato noticia, aunque se aprovechan de ciertos eventos recientes (la actualidad importa bastante menos que la investigación). Tampoco es documental porque no se cuenta con medios suficientes para ello, ni es un programa de entrevistas, se trata de un híbrido.
Metrópolis se considera un programa comisariado, como una exposición. Se estudia a un artista, las obras que produce, la acumulación de obras sobre un mismo tema; se hace una labor de investigación muy importante. En palabras de María Pallier “cuando hacemos el programa queremos que el espectador se sienta como transportado a una exposición virtual”.
En definitiva, un programa vivo, lleno de ingenio y de creatividad, que es la penúltima joya de la tele- visión pública.
Un viejo poeta visual que aún hoy, entre whatsapps y facebooks, sigue enarbolando la bandera de la vanguardia artística.


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