La actual crisis económica ha puesto de manifiesto la deficiencia de los mecanismos democráticos. Las drásticas decisiones que se han adoptado, siempre a espaldas de los ciudadanos, así lo demuestran, pues hacen cargar al pueblo con los errores de unos pocos que durante mucho tiempo jugaron a ser dioses y no se acordaron de 'papá Estado' cuando sus cuentas de resultados arrojaban saldos multimillonarios.
Se repite, como viene siendo habitual, la tristemente célebre máxima empresarial: "Los beneficios son privados pero las pérdidas se socializan."
Con este panorama ya de por sí desalentador, nos encontramos ante una nueva forma de terrorismo, algo que podría calificarse como "terrorismo de cuello blanco". Este tipo de terroristas no se inmolan, sino que viajan en jet privado y leen el Financial Times. Estos individuos tratan de amedrentarnos con la amenaza constante de un rescate. Y, además, nos exigen que -para evitar el eventual rescate- apliquemos la receta que ellos imponen.
Y este fin de semana nos piden que vayamos a votar. El gran problema es que no hay nada nuevo bajo el sol: la política del "y tú más", listas llenas de ilustrísimos imputados en casos de corrupción (delitos contra la Administración, donde son candidatos a entrar o quedarse) y la sensación de que son el mismo perro con distinto collar.
Ante esta papeleta nos encontramos
los llamados a las urnas el próximo 22 de mayo, en esa 'fiesta de la democracia' que es elegir unas siglas cada cuatro años y que esos individuos, nuestros representantes supuestamente elegidos por el pueblo (si obviamos el pequeño detalle de las listas cerradas), decidan lo que les apetezca durante otros cuatro años.
Si hiciéramos una definición etimológica de la palabra DEMOCRACIA descubriríamos que es de origen griego y está compuesta por la palabra demos, que significa pueblo, y la palabra cratos, que significa poder. Según lo expuesto podemos colegir que el sistema que tenemos en este país no es una democracia, al menos no una democracia auténtica.
Pero es el escueto papel de figurantes que nos otorga esta democracia representativa española. Muchos nos planteamos si merece la pena votar (mañana es mi día límite para decidirlo porque acaba el plazo para el voto por correo) y hasta hace poco pensaba que no.
No me apetecía servir de atrezzo en esta pantomima que llamamos democracia... pero me lo he pensado mejor.
Ante la catastrófica posibilidad de que piensen que "el que calla, otorga" y como enemiga confesa del sistema partidista neocanovista actual, me veo en la obligación de emplear mi anecdótico momento de poder para votar.
Lo haré en el único momento que los guionistas de este kafkiano mundo político me permiten actuar y votando les diré que quiero democracia, pero no les quiero a ellos; que quiero un cambio y que, uniendo nuestras voces, los figurantes podemos darle la vuelta al texto que ya han escrito en su propio beneficio.
Así se acabará la jerarquización de roles entre actores principales, secundarios y de reparto, donde dos o tres sofistas profesionales se dedican a hablar en nombre de unas personas a las que se niegan a escuchar, donde nadie está dispuesto a acercar puntos de vista para tratar de mejorar.
Una vez que cambiemos el guión, esta democracia se convertirá en una obra plural, con múltiples voces, donde TODOS tendremos las mismas oportunidades escuchar y ser escuchados; un evento en el que, por fin, TODOS seremos protagonistas.
Para que este final se haga realidad es imprescindible que TODOS estemos dispuestos a decir nuestra frase en el momento oportuno y acompañar al resto mientras actúa. Una democracia real, participativa y directa exige el compromiso activo de los ciudadanos todos los días. Porque en lo que cedamos de autogobierno estaremos perdiendo libertad.
Finalizo con una frase de Benjamin Barber, extraída de su libro Democracia Fuerte,
"la democracia no se hereda, se gana cada día."
por Maite Iniesta
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