Y colores en el viento descubrir…

viernes, 22 de enero de 2010


Se dijo mucho antes del estreno de la película, corrieron ríos de tinta hablando sobre los inmensos avances que significaba esta película para la historia del cine. Llegó el estreno en Estados Unidos y la crítica fue casi unánime, se deshicieron en elogios, se arrodillaron ante la técnica pero se olvidaron de ver más allá.

La película es una maravilla desde el punto de vista tecnológico, no hace falta más que mirar el avatar de Sigourney Weaver; los avances permiten al actor transmitir todos sus gestos a sus reproducciones hechas por ordenador, una expresividad que, sin duda, deja bocas abiertas, pero una vez que se pasa el asombro te encuentras con una película demasiado larga para la poca historia que tenían para contar.

La imagen es a veces poderosa, pero la trama se pierde en el esteticismo mágico del mundo de Pandora y el argumento se reduce a la mínima expresión quedando casi maniqueo, rozando la parodia. Se trata de la típica historia de un descubrimiento que en ocasiones llega a ser fascinante y otras se convierte en una sucesión interminable de típicos tópicos con sus giros argumentales, sus crisis y sus desenlaces todo de lo más previsible.

El film es entretenido, impresionante por lo que se ha llegado a conseguir con la tecnología pero más vale dejarse el cerebro en casa para no darse cuenta de todas las películas a las que debe parte de su argumento: Pocahontas, Bailando con Lobos, Matrix… sólo por citar algunos ejemplos. En todo caso, que cada cual saque sus conclusiones y como siempre:
para gustos, los colores.

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